Tres poemas de Kevin A. Cordero Rivas
- editorialpulpo
- 18 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Soneto del café
Tu sabor sabe a victoria en la derrota en la penumbra mañanera que guiña al alba. Ceremonia que coquetea con tu dulce oscuro seduciendo la intención del incierto futuro.
Bolero lento que invita al baile en cada sorbo tu cafeína es credo que se canta en silencio como secreto jurado de los amigos de infancia que sonríen a lo lejos, en los años de inocente felicidad.
Los esqueletos vuelven de la vida palpable los jardines rejuvenecen, las viudas se enamoran y tu presencia en la mesa es tertulia de la tangente.
Los poetas sollozan contigo, te cortejan con un cigarrillo esperando de ti una magia que queme la melancolía y esfume los versos sobre el amor del que nunca regresa.
Mi viejo
Mi viejo me dijo una vez
que no se trata hasta dónde quieres llegar
sino hasta dónde puedes llegar
y yo no sabía si él lo decía
porque nunca llegó
o si yo iba muy despacio.
Mi viejo me mostró una canción de Johnny Cash
sobre la historia de un hombre
que su padre le llamó Sue
el padre a su hijo abandonó cuando niño
y le dejó una guitarra y alcohol
y yo no sabía si yo era aquel hombre
que su padre una guitarra negra le había dejado
y yo luego busqué la botella de alcohol.
Me viejo me dijo
que no se puede cambiar el mundo
que se trata de hacer todo lo posible
para que él no te cambie
y yo no sabía si cuando él me lo dijo
yo también había cambiado.

El blues de los esqueletos
Apostándonos las costillas
los dedos chuecos y rotos
a cambio de lo no cotidiano
de las turbas y el presagio
la contundencia de los desaciertos
de los odios y amores
la fugacidad de lo querido
las aparentes suertes de tinta azul
las monedas y el sudor
nos movemos por la vida
derrotados del pasado y el presente
arrastrándonos como serpientes parlantes
frente a los cíclopes del día y la noche
esperando una señal
que nos devuelva el propósito
y una respuesta que nos responda
el hacia dónde vamos.
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